AUTOACEPTACIÓN - VEET PRAMAD

Comparto con vosotros este interesante y extenso artículo de Veet Pramad, tarólogo y terapeuta, en el que reflexiona sobre la importancia de la autoaceptación para lograr el bienestar. Espero que lo disfrutéis!

Ciertas tradiciones espirituales dicen que el origen del sufrimiento está en el desear. El origen del sufrimiento está en la falta de autoaceptación. Cuando uno no se acepta tal y como es, busca la aceptación en el mundo externo e inmediatamente intenta ser alguien que no es, intenta parecerse con determinados modelos, intenta construir una imagen externa diferente de lo que es interiormente.

 

Cuanto más nos alejamos de lo que somos para intentar ser lo que no somos, para intentar ser lo que queremos ser o lo que creemos que los demás quieren que seamos, mayor es el sufrimiento. De hecho estamos pretendiendo lo imposible, el manzano nunca podrá ser un peral. No podemos dejar de ser lo que somos. El sufrimiento viene no tanto de no conseguir ser lo que no somos sino de intentar dejar de ser lo que somos. En este esfuerzo se nos va nuestra vitalidad, la vida pierde la gracia y el significado y un día no conseguimos más levantarnos de la cama. El médico diagnostica depresión.

 


Lo que da significado a la vida es hacer lo que a uno le sale de dentro. Si los deseos vienen de dentro no nos llevan al sufrimiento sino a la gratificación y realización personal profunda. No hay ningún sufrimiento vinculado con desear desarrollar mis potenciales y talentos, sin embargo sí lo hay cuando quiero hacer o ser algo que nada tiene que ver conmigo. El niño no sufre cuando desea jugar y si nada se lo impide, transforma su deseo en acción y disfruta.


La historia de la aceptación versus no aceptación es una historia antigua. Empieza en la infancia cuando el niño necesita de atención y aceptación como base de su supervivencia física y psicológica. Inicialmente es espontáneo pero enseguida se da cuenta que determinadas iniciativas, actitudes y expresiones son mejor recibidas y son estimuladas mientras que otras pueden llegar a ser explícitamente reprimidas, prohibidas o castigadas. Si el grado de aceptación es elevado el niño conservará su espontaneidad, se aceptará tal y como es, irá construyendo una personalidad firme y sensible enraizada en su naturaleza profunda y considerará la familia y por extensión la sociedad y el mundo como algo seguro, amoroso y receptivo para su autoexpresión. Cuando el grado de aceptación es menor empezará a desarrollar las actitudes que son aceptadas y a inhibir las que no lo son. Empezará a fingir, tratará de ser alguien que en el fondo no es, no se aceptará negándose a si mismo y se esforzará para actuar conductas que le proporcionen la aceptación. 


Desafortunadamente en la familia, en la escuela y delante de la TV, aprendemos un montón de patrones, aprendemos a imitar, a compararnos con los demás, pero no aprendemos a ser nosotros mismos. Crecemos distanciándonos de nuestra naturaleza profunda, asumiendo funciones como el de buen hijo, esposa, madre o profesional. Nos dicen que tenemos que esforzarnos para ser alguien. ¿Cuál es el esfuerzo que debe hacer el manzano para ser un manzano y dar manzanas? Ser lo que realmente somos no exige ningún esfuerzo. Hacer de nuestro hacer la expresión de nuestro ser no pide desarrollar la fuerza de voluntad. Necesitamos fuerza de voluntad únicamente cuando intentamos ser lo que no somos o nos exigimos hacer aquello que nada tiene que ver con nuestra naturaleza interior. Podemos intentar de mil maneras ser algo diferente de lo que somos, pero nunca lo vamos a conseguir, por eso la elección no está entre ser esto o aquello, la elección está entre ser o no ser. O somos lo que realmente somos o no somos.


La búsqueda de aceptación no acaba en la infancia, la vida se resume en el fondo a la búsqueda compulsiva y dolorosa de aceptación que solo se detiene cuando la persona realmente se acepta a si misma y se permite ser quien ella es, quien siempre fue y siempre será o cuando desiste de buscar aceptación y decide buscar atención negativa yendo en contra de la sociedad.


Aceptarse, significa simplemente ser lo que somos, expresar lo que somos y para ello, en esta sociedad en la que somos bombardeados continuamente por “sea así o asado, sea esto o aquello”, la única exigencia es estar atentos. ¿Atentos a qué? Atentos a lo que viene de dentro. Atentos para sentir, acoger, respetar, atender e integrar los deseos, anhelos e impulsos que no son otra cosa sino la expresión de nuestra naturaleza profunda, de nuestra esencia, de nuestra divinidad interna. Y también atentos a lo que viene de afuera, a las circunstancias. El problema no está en las circunstancias sino en como las encaramos. La misma circunstancia es generalmente vivida de manera diferente por personas diferentes y esto también depende de la autoaceptación.

 

 En primer lugar es importante entender que las circunstancias que nos llegan no son aleatorias sino que las atraemos. El proceso de crecimiento del ser humano consiste en el paso a la conciencia de todo lo que está en el inconsciente, sean impulsos instintivos, emociones, talentos o potencialidades. El inconsciente tiene un movimiento propio de llevar a la conciencia sus contenidos. Cuando el individuo se acepta valoriza lo que le viene de dentro y lo va integrando paulatinamente a su consciente. Cuando no se acepta priorizando las creencias, principios y normas que él no inventó a su propia experiencia interna, entonces reprime, camufla o sublima estos impulsos internos que van acumulándose y por lo tanto fortaleciéndose en su interior. Es muy interesante el caso de la sublimación donde se desarrolla una espiritualidad, falsa claro, que siendo la compensación de un instinto mal vivido cuando no totalmente reprimido se transforma, como dice Enrique Esquenazi, en la borrachera del ego. En este momento, impedido el camino directo de llevar a la conciencia los contenidos del inconsciente, éste busca el camino indirecto, es decir, atrae circunstancias que obligan al consiente a aceptar, integrar y desarrollar estos contenidos. Es decir, no atraemos lo que queremos sino lo que necesitamos para crecer. Por ejemplo: Una persona que obedeciendo a sus creencias, generalmente interiorizadas en la infancia, no expresa su rabia, estará atrayendo circunstancias que provocan cada vez más rabia hasta que le resulte imposible no expresarla. Una persona que no desarrolla sus talentos e insiste en trabajar en actividades que nada tienen que ver con ella, atraerá un jefe más exigente, una ampliación de horas de trabajo sin remuneración o hasta un despido que hagan necesario que desarrolle sus capacidades. Finalmente la mejor manera de desarrollar una capacidad es necesitándola, especialmente si de ello depende la supervivencia.

Quien no se acepta a si mismo, buscando la aceptación ahí fuera considerará negativas, rechazará y sufrirá con las circunstancias que él interpreta como de no-aceptación e intentará rodearse y se apegará a las circunstancias que interpreta como de aceptación. Su sufrimiento vendrá del miedo a perderlas. Cualquier circunstancia suscitará una descarga emocional de apego o rechazo que le dificultará darse cuenta de lo que esta circunstancia le quiere mostrar.

Quien se acepta lo suficiente no se enganchará en el ¿por qué me pasa esto, pobrecito de mi? Y será capaz de preguntarse ¿para qué me pasa esto? Podrá ser lo suficiente objetivo como para estar atento a las circunstancias y aprovecharlas para vivir, comprender y resolver los contenidos que generan en él, y así crecer. Mientras no los comprenda y resuelva se repiten por más que queramos otra cosa.

 

Nuestro crecimiento se da en primer lugar superando nuestras dificultades, resolviendo nuestros bloqueos y en segundo lugar desarrollando nuestras capacidades. Por ejemplo, un individuo con sensibilidad musical, mientras no resuelva su dificultad para presentarse frente al público difícilmente va a realizarse profesionalmente en dicha área. Por eso si queremos realizarnos, si queremos salir del sufrimiento, si queremos ser felices, no necesitamos salir a buscar escuelas de conocimiento, gurús o doctrinas salvadoras, formulas o soluciones mágicas. Lo que necesitamos aprender no hace falta buscarlo. Viene sólo, está invocado permanentemente por el inconsciente.

Pensamos: seré feliz cuando tenga un buen empleo, cuando edite mi libro, cuando encuentre una persona con la que compartir mi vida. Mentira cochina. Lo que nos puede transformar no es lo que imaginamos que nos va a transformar. Lo que nos va a transformar es responder con autenticidad y honestidad con uno mismo, a las circunstancias que permanentemente atraemos, prestando especial atención a aquellas que se repiten incesantemente. En el momento en que respondemos así a dichas circunstancias nos transformamos, ya no las necesitamos para crecer y dejan de repetirse.

En un mundo en que se trabaja más de la mitad del tiempo en que permanecemos despiertos no cabe duda que nuestra calidad de vida y felicidad va a depender muchísimo de que este tiempo dedicado a trabajar nos dé o no gratificación. Y esto también depende de la autoaceptación.

Quien no se acepta, buscando la aceptación de los demás, va identificándose con funciones y papeles, aceptando envolverse en cualquier actividad que aparentemente le dé el reconocimiento y el dinero que necesita. Claro que envolverse tanto tiempo por día en una actividad que poco o nada tiene que ver con uno, implica en una falta de significado que produce insatisfacción a corto plazo, irritación a medio y una profunda depresión a largo plazo. Quien se acepta va a dejar que la voz interna le guíe a través de sus deseos, anhelos e impulsos, de manera que haga lo que haga siempre tendrá gratificación y significado, pues sus actividades están enraizadas en su esencia y además tendremos dos efectos colaterales. El primero es el placer, de modo que el dinero que gana no se lo gastará comprando compensaciones y el segundo son los resultados. Cuando hacemos algo que nos da placer lo hacemos mejor, simplemente porque no solo tenemos potenciales para hacerlo, sino que ensimismados en la acción no tenemos prisa en obtener resultados.

 

Otra fuente de grandes disgustos y placeres son las relaciones. Quien se acepta a sí mismo, se conduce de una manera auténtica en las relaciones, no necesita mantener ninguna imagen ni agradar o controlar al otro. Aceptándonos y estando a gusto con nosotros mismos, podremos ver y aceptar al otro y estar a gusto con el otro. De hecho solo si somos capaces de estar bien con nosotros mismos y sentirnos bien cuando estamos solos, podremos estar a gusto y sentirnos bien con los demás. Si además por el hecho de aceptarnos optamos por actividades en las que nuestros talentos se manifiestan y sentimos placer no buscaremos en las relaciones la manera de llenar un vacío de placer y significado. Nos relacionaremos no por necesidad sino para compartir nuestra abundancia interior y todas las relaciones en las que nos envolvamos serán gratificantes porque en el momento que dejen de serlo simplemente se acabarán, sin rencores ni lágrimas. Una verdadera relación se sustenta por la calidad del momento y no por la necesidad que uno tiene del otro o viceversa, por las promesas, documentos, hijos o intenciones.

 

Si no me acepto mi necesidad de aceptación se vivirá de una manera especialmente dramática en las relaciones. De una manera más o menos explicita estaré todo el tiempo preguntándole a mi pareja o candidato a pareja ¿Qué he de hacer para que me ames? ¿Cómo quieres que sea y me conduzca para que me aceptes? Así no solo mi auto-estima (poca) estará en las manos del otro, sino que estaré fingiendo todo el tiempo, aumentando así el nivel de sufrimiento y falta de significado. Si además, como vimos antes, mi trabajo no me proporciona placer, voy a encarar la relación como la única fuente de placer de mi vida, exigiendo que el otro me colme de algo que solo yo puedo colmarme. Lo presionaré, le echaré a la cara todo lo que hago por él, lo intentaré controlar y manipular. Me engancharé en las migajas de atención que pueda conseguir, sin darme cuenta que soy el dueño de la panadería, y mis relaciones se parecerán más a una pelea de vampiros que a cualquier otra cosa.

 

En definitiva el hecho de aceptarse permite desarrollar las capacidades internas así como aprender y crecer con las circunstancias. No se trata de ser mejor o peor según convenciones creadas para, en última instancia, manipular, controlar y explorar a los pueblos, sino ser integralmente uno mismo. La no aceptación es el origen de un círculo vicioso que lleva al sufrimiento, a la frustración cuando no al crimen o a la locura.

No es necesario ningún esfuerzo para ser lo que somos, para salir del sufrimiento, para ser felices, basta estar atentos. Solo podemos estar atentos si estamos en el aquí y en el ahora. La vida solo transcurre en el aquí y el ahora, la transformación solo ocurre en el aquí y en el ahora. La manera más simple para salir de la compulsión mental de estar en el futuro o en el pasado es observar las respiración que solo sucede y solo puede suceder en el aquí y el ahora.

Artículo de  VEET PRAMAD


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